Inspirados en el Teatro Laboratorio de Grotowski, damos comienzo a uina nueva fase de entrenamiento en la formación actoral de los participantes de los Talleres previos. En esta fase investigaremos sobre las codificaciones semánticas del cuerpo.
Teatro Rabinal, desde su fundación ha trabajado bajo el modelo de Laboratorio. La particularidad, este año es que lo hacemos en un espacio propio y con un grupo que se ha ido conformando alrededor de un proyecto pedagógico que se va consolidando.

 Conjuntamente a la preparación física específica para el actor, se abordan también los procesos biomecánicos para el trabajo técnico de la representación escénica y los principios de la antropología teatral. Nos sumergimos en una atmósfera que propicia la condición de aprender a aprender.

Podríamos decir, de forma figurada, que la creatividad es, en sí otro músculo que necesita ser ejercitado. Por eso en nuestro proceso de entrenamiento damos especial lugar a explorar, a través de diversos recursos, la creatividad del actor, desde su partida introspectiva, hasta su manifestación parateatrales.

Entendemos al trabajo del actor como un proceso interminable y creativo por lo que se hace necesario el entrenamiento permanente. Ese entrenamiento que debe estar en lugar del empirismo escénico que tan sólo llena de recursos fáciles y fosilizados que muy pronto derivan en mañas que empantanan la expresividad y esclerotizan la percepción estética del público.

De la misma manera que un autor firma su obra, el actor debe firmar el carácter de cada uno de los personajes que realiza con su sello personal. De la misma manera en que los sellos chinos hacían inconfundible el ideograma representativo del artista, de esa manera algo de la técnica personal debe quedar impresa en la memoria del espectador en cuanto ve un personaje por un actor-autor. Una fuerza personal e insustituible tiene que hacerse presente en el escenario. Esa fuerza no es innata, es el resultado de los años de trabajo en el laboratorio, más que en las tablas mismas. Es en ese proceso de intimidad donde el artista se hace, de la misma manera que el pintos se forma en la soledad de su estudio, más allá que en las salas de exposición.

A esa intimidad apuesta el proceso de Laboratorio, a esa convicción de que el actor se hace de forma única y a la vez compartida; primero con sus cómplices de la creación, luego con sus cómplices en el acto estético de la representación. 

No es convencional esta forma de preparación. Rompe con los modelos occidentales de las escuelas de tradición donde todos, responden a un plan fijo programado por objetivos determinados. Pero un artista requiere de espacios hechos por él mismo.

Espacios que reflejen en lo exterior, la condición de su alma.